La sensación de alcoholismo en la cata depende en gran medida de muchos factores, como la temperatura de la bebida, el contenido de azúcar, glicerina y algunas otras moléculas, y por supuesto de las habilidades personales del catador, así como de las catas previas. En lo que respecta a la situación actual, un simple experimento es una cata comparativa: mantener dos copas del mismo vino, en vasos cerrados (sellados con una película plástica para limitar la oxigenación/oxidación), ponerlos a un lado de la botella de miel en el frigorífico; luego, unos minutos antes de la degustación, sacarlos todos del frigorífico, servir una copa de la botella (“copa 1”), en la “copa 2” (una del frigorífico) añadir la misma cantidad relativa de la misma miel que se añadió en la botella, y en la última copa del frigorífico (“copa 3”), añadir la misma cantidad relativa de azúcar blanco. Sellar nuevamente los tres vasos para mezclar “2” y “3”, y dejar que disuelvan sus adiciones (sin olvidar agitar el “vaso 1” tanto como los otros dos), y finalmente conseguir que los tres estén a la misma temperatura. Luego probar, o mejor aún, que alguien las pruebe sin saber cuál es cuál (cata a ciegas)… No es un experimento complicado, pero seguro que es la mejor manera de saberlo. Mi apuesta es que el “1” y el “2” se considerarán casi iguales, y eventualmente un poco más alcohólicos que el “3”.
Y mi propuesta para una explicación es que en la miel, hay otros químicos moleculares que aumentan la sensación de alcohol (etanol) (otros “-ol "s y ésteres…?).